– Descubriendo el cosmos –

Historia de los Cohetes – Parte II

Los padres de la cosmonáutica

Konstantín Tsiolkovski, el filósofo cósmico


Los primeros trabajos en el campo de la cosmonáutica rusa los realizó Konstantín Tsiolkovski (1857-1935), un físico soviético que se educó por cuenta propia y al cual una fiebre lo privó de la pérdida de la audición a los diez años. Publicó más de 500 trabajos sobre los viajes espaciales y temas relacionados, incluyendo el primer proyecto conocido de un ascensor espacial. 

Entre sus escritos fundamentales estaba el libro “Filosofía Cósmica, donde se hablaba de la conquista eventual del espacio y de nuestro Sistema Solar. Aunque en un principio sus trabajos fueron silenciados, más tarde sus obras fueron reconocidas por las autoridades soviéticas siendo publicadas y popularizadas, en cambio sus criterios filosóficos sobre el origen del Universo siempre fueron silenciados

Tsiolkovski planteaba que la Tierra era la cuna de la humanidad, pero que no se podía vivir en una cuna para siempre. En 1902 diseñó una nave a retropropulsión para viajes interplanetarios, guiándose por los diseños y el prototipo de una nave denominada «Autobólido». Sus ideas hicieron posible que el ser humano pusiera en órbita el primer satélite artificial de la Tierra y que poco después volara por primera vez al espacio.

Konstantin Tsiolkvoski
Konstantín Tsiolkovski

La ecuación del cohete de Tsiolkovski, el principio que gobierna la propulsión de cohetes, lleva su nombre en su honor. Los primeros cohetes de propergoles líquidos (oxígeno y alcohol) desarrollados por los soviéticos atravesaron las nubes el 17 de agosto de 1933.

Estos fueron puestos a punto por los rusos Yuri Kondratiuk y Friedrich Zander, inspirados directamente por los trabajos realizados a partir de 1903 por aquel que todavía hoy es considerado el padre de la astronáutica: el ruso Konstantin Tsiolkovski. Yuri Kondratiuk estudió en particular los problemas relacionados con la dinámica y la construcción de los cohetes, estableciendo las ecuaciones fundamentales del cálculo de las trayectorias de estos las que adaptó al uso de múltiples tramos.

A su vez fue el primero que emitió la hipótesis del frenado de una nave por las capas altas de la atmósfera de nuestro planeta. Kondratiuk publicó en 1929 el tratado La conquista de los espacios interplanetarios” en la que predecía que, al cabo de 40 años, un módulo con pasajeros se separaría de un satélite en órbita alrededor de la Luna y se posaría en ella.

En 1969, Apolo 11 se posaba sobre nuestro satélite.

Comienza la pasión por los cohetes


En las décadas del 20 y del 30, muchos aficionados y especialistas en cohetería intentaron usar cohetes en aviones, autos de carrera, botes, bicicletas con alas, etc. Se intentó enviar mensajes de correo mediante cohetes a islas cercanas a la costa, y aunque hubo muchos fracasos, la experiencia enseñó cómo construir cohetes más estables y poderosos.

En 1920 un profesor de física nacido en Massachusetts llamado Robert H. Goddard publicaba un ensayo titulado “Método para alcanzar las máximas alturas”. En este ensayo examinaba los problemas de la aerodinámica de los cohetes, los cálculos para lograr su lanzamiento correcto, así como su trayectoria parabólica

Robert H. Goddard logró lanzar el primer cohete de combustible líquido del que se tuvo conocimiento, el 16 de marzo de 1926. Éste se llamaba “Nell» y tenía el tamaño de un brazo humano. El pequeño cohete se elevó apenas unos 12 m durante un vuelo de dos segundos y medio, terminando en un campo de coles cercano al sitio de lanzamiento.

Ese día, pasó por la mente de Goddard la posibilidad real de viajar a la Luna. Meses después, en diciembre de 1928, realizaba otra prueba con un cohete que llegó a alcanzar los 50 m de altitud, impactando a 623 m de distancia. El cohete alcanzó una velocidad de 100 km/h, algo extraordinario para la época.

Goddard llegó a realizar diferentes lanzamientos hasta el año 1940, logrando en este tiempo innumerables mejoras tecnológicas a los cohetes. Un total de 214 patentes le fueron concedidas por su trabajo, la mayoría de ellas tras su muerte. Resulta curioso el rechazo que el Ejército de Estados Unidos hizo a la propuesta de Goddard por aquellos tiempos, pues no lograron entender las aplicaciones militares que hubieran podido tener los cohetes para el ejército estadounidense.

En cambio, los alemanes, mucho más astutos, a través de su agencia de espionaje, infiltraron un agente que logró colarse en el círculo íntimo de amigos de Goddard, logrando apropiarse de muchos de estos planos, los cuales fueron llevados a Alemania. Muchos años después, en 1959 y en su honor, el Centro de Vuelos de Estados Unidos, acordó llevar su nombre.

Robert Goddard
Robert Goddard

Hermann Oberth, un científico utópico


En Europa uno de los padres de la astronáutica fue el alemán Hermann Oberth, otro científico que contribuyó grandemente al desarrollo de la ciencia espacial. Cuentan los historiadores de Oberth que de tanto leer el libro “De la Tierra a la Luna” de Julio Verne, llegó a memorizarlo.

Influenciado por las ideas y libros de Julio Verne, Oberth construyó su primer cohete en miniatura como estudiante escolar a los 14 años. Su primer libro, titulado “Los cohetes hacia el espacio interplanetario”, tuvo que publicarlo de manera privada, ya que fue catalogado en aquel entonces de: “un científico utópico”.

Entre 1928 y 1929 Oberth trabajó en Berlín como asistente científico en la primera película con escenas en el espacio. Ésta se tituló Frau im Mond (La mujer en la Luna), dirigida por Fritz Lang, el famoso director de cine que luego dirigiría la película Metrópolis, uno de los pocos filmes considerados “Memoria del Mundo” por la Unesco. Fue tanto su entusiasmo como asistente científico que perdió la visión en su ojo izquierdo en un experimento para la película.

Su primer cohete de combustible líquido fue lanzado en 1929, ayudado por alumnos de la Universidad Técnica de Berlín. Entre ellos se encontraba un joven estudiante llamado Wernher von Braun, del que hablaremos más adelante.

En 1938 Oberth comenzaría sus trabajos para desarrollar el conocido cohete alemán V-2 de propulsión líquida, junto a su alumno Von Braun. Más tarde trabajaría en proyectos de cohetes antiaéreos de combustible sólido, en el complejo WASAG cerca de Wittenberg.

Finalmente, al terminar la II Guerra Mundial, Oberth trabajó para su antiguo alumno, desarrollando cohetes espaciales en Alabama, Estados Unidos. En 1958 regresó a Feucht, en Alemania, donde publicó sus ideas de un vehículo de exploración lunar, una “catapulta lunar” y sobre helicópteros y aviones silenciosos.


En breve podrás acceder al tercer artículo: Historia de los cohetes – Parte III

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